lunes, 11 de junio de 2012

Sueños caídos



A veces se preguntaba de qué color tejería los sueños la madrugada, y que pisadas del camino le harían despeñar. Se incorporó sin aire, e intentó respirar el último aliento de luna. Posado al borde de su cama, empezó a soñar que soñaba.

Soñaba con las mieles de una luz de sol acariciando su barbilla. Soñaba el cielo claro bañado en redes de tenues nubes que solo se acercaban a visitar. Soñaba con acariciar aquellos campos de centeno, acariciando sus tobillos y sus muñecas, bailando al ritmo de canciones del viento. Soñaba con descolgar los luceros de la noche y hacer brillar aquel mundo de muchos brazos y mentiras en paño. Soñaba y sonaba a tormenta alborotada.

Mientras, en la bola de cristal, los que no saben seguían creando aquel mundo artificial. Nieve semi-brillante y sonrisas semi-mortecinas embadurnaban las calles de aquel extraño olor a olvido. La gente, convertida en masa, se jugaba la vida por morir en un río de pocos peces y muchas trampas. Aquellos pasos acompasados creaban terror. Aquellas almas con dueño. Aquel arco de doble dirección.

Siempre deseó haber vivido en sueño y cuando soñaba vivía a sorbos la vida. Siempre soñó con bajar, sólo unos segundos, su sueño a aquel mundo, pero nunca tuvo calzador...