martes, 17 de abril de 2012

Mareos




Corrientes. No puede ser que me arrastre por todas las esquinas. Creo que es ese ansia de crear que me empuja a esa carne blanda que encuentro por dentro. Brotan las letras con esa sombra gris. Siempre.

Se que esta ahí dentro mío, pero enserio, creo que también soplan vientos de felicidad. Quizás a veces los olvido en el ascensor, y otras los pierdo jugando a imaginar recuerdos, pero deben estar ahí. Enserio, creo que lo empecé a sentir. Pero soy una montaña que crece hacia adentro.

Dios, me hago realmente difícil. Alguna vez admiré a aquellos escritores que son capaces de envolver pedacitos marchitos de tristeza y amaneceres sin piel, y convertirlas en historias. Ahora ya no. Resulta más fácil olvidar la cabeza y posarla ligeramente a la sombra de un Nogal. Que me encuentre allí la tragedia donde ya no pueda encontrarme. No estar. Sin ser.

Que en mis búsquedas de originalidad me encuentro con el mismo muro de paja que he construido a conciencia. Soy de esa gente que puede hacer muros de paja indestructibles. Veo una nube sin forma avanzar volando al otro lado de la prisión. Deja una estela de colores sin sabor.

Sin quererlo, una vez más, la mano que me controla volvió a escribir la canción que quiso escribir. Vuelve a sonar extraño, a tormenta de Julio y a lluvia de almendras. Vuelve a sonar como siempre quise que sonara. Vuelve a sonar sin sal.


domingo, 15 de abril de 2012

Ya no hay viento



Sigo paseando por las paredes de mi corazón, y le susurro canciones de pocas notas y nulas melodías. Camino tranquilo al ritmo de unos latidos que amenazan con empezar a olvidarte. Creo que el olvido es el mejor camino a estas alturas en las que correr detrás de un sueño supone volar a 20 metros bajo tierra y seguir tu estela que me empuja a acantilados de mucha poesía y pocas razones.

Supongo que me visto de la risa tonta que se me ponía aquellos primeros días. Supongo que aunque me creo sombra se me ve claro, puro y débil. Justo como intento evitar parecer. Como decirte que eras canela ardiente sin que parezca poesía de la basura. Como decirte que estas, estuviste y estarás, pero me rompo en mil piezas que intento reconstruir. Que soy todo menos yo y todo te lo llevas, aunque siempre me dejabas estos zapatos de papel. Sólo con ellos me creía el dulce viento de la madrugada, capaz de rozar tus labios. Después, dolor a manos llenas, a manos sucias, a manos sin piel.

Sospecho que cada palabra que escribo esconde bandadas de estorninos que amenazan con huir lejos de aquí y reventar los tímpanos de la soledad en alegre canto, pero no será hoy. No será hoy. Que me cansé de de ser la sonrisa de espantapájaro. Siguen mis pies clavados en esta tierra que me ata cual serpiente de extraño poder. Y aún así me creo estar huyendo. No se de qué. No se de quién.

Que no quiero más. Que se acabó. Llegó la hora de callar tus silencios y seguir buscándome en otro lugar. Creo que te dejaste una lágrima en la mesilla. Era de plástico. Plástico como el que envolvían tus versos. Plástico que envolvía tu corazón. Seguiremos viéndonos, pero no nos cruzaremos. Seguiré escribiendo este Adiós hasta que me lo crea. Serás feliz. Sin mí.