martes, 27 de diciembre de 2011

Soplos de vida



En tardes como esa mi soledad y yo subimos hasta aquel lugar. Desde allí el sol parece brillar más fuerte y saluda con solemnidad a esa masa de gentes que se mueve de una esquina a otra, sin sentido. Desde allí descubro como el hombre a intentado arañar el cielo con sus torres, con escasa fortuna.

Las montañas resisten como pueden a esa patología destructiva del ser humano y se elevan imponentes en el horizonte. Cuando el sol empieza caer por su propio peso, se convierte el paisaje en una batalla encarnizada de luces, sombras y colores. 

Desde nuestro banco mi soledad y yo lo disfrutamos. Es el lugar ideal para desconectar de este mundo loco, y desde la tranquilidad de sentirte cerca de las nubes, poder pensar en lo que nos alegra o nos entristece, lo que  nos da la vida y lo que nos la arrebata. 

Poder respirar algo de aire antes de volver a descender a ese infierno de nubes grises y caras apagadas. Disfruto hasta el último segundo de este lugar que seguramente sea más mi hogar que el que descubro en la oscuridad de la urbe. Porque es aquí donde vuela mi imaginación cuando quiere salir de esta cárcel que algunos llaman civilización, y me da el soplo de energía que me ayuda a seguir dando pasitos. Me da fuerzas.


domingo, 18 de diciembre de 2011

Suspiros en la lluvia



Sigo buscando entre las piedras que el mar acaricia por las mañanas, para poder encontrar esa sonrisa que me haga despertar. Se que no es fácil, mientras otros las arrastran o las rompen yo solamente las acaricio, levemente, me da miedo romperlas. Puede que la gente no lo entienda pero algo en mí a veces hace tratar las cosas de mi alrededor con más cariño que a mi mismo. Me pierdo en el baile de nubes y me escondo para que nadie me encuentre.

Mi leve sonrisa esconde tantos pozos que apenas sabe ya mentir. Cansado de saltar al vacío a piscinas vacías de agua y de ilusiones. Las caricias del viento ya no tienen sabor y escribo letras temblorosas que se escapan del papel. Por eso hago como que no quiero que entres en mi vida a intentar arreglar esta montaña de historias para no dormir, todos estos gritos que buscan excusas para salir ni este saquito de esperanzas que es hoy mi alma.

Como si no sintiera que hay algo distinto en tu mirada que me hace estremecer. Como si no hubiera cambiado mi vida desde que apareciste. Seguiré mintiéndome y seguiré mintiéndote. Pensarás que todo lo que digo no tiene sentido o peor, me dirás que me he vuelto a equivocar.

Por eso, para no sufrir, me vuelvo a encerrar en mi pequeño cuarto de cristal, y dejo de esperar. Vuelvo a ser un erizo con la única intención de agujerear todo lo bueno que le rodea, para que lo malo tampoco me pueda doler.

Es la danza idiota de alguien que no vive al compás de esta sociedad, cobarde a veces, que se cansó de tanto luchar. Y si de algún modo extraño tus pupilas están recorriendo estas líneas en estos momentos deberías saber que eres tú, la que aún me da alguna razón ganas de seguir andando.

Así que no te sorprendas si no te digo todas esas sartas de mentiras que algunos dicen sentir. No me suele gustar caer en la mediocridad de escupir palabras que todavía no siento. No voy a prometerte lunas que estén colgadas en la pared del universo, ni prometerte la felicidad que nunca tuviste. Pero algo me dice que este puede ser el camino en el que empiece a sacudirme todo este hielo de encima que no me deja avanzar. La esperanza me suplica una vez más que avance, que de un pasito más...


miércoles, 14 de diciembre de 2011

Balcones perdidos



Se me llena la mente de historias plateadas que quieren escapar. Recuerdo su nombre otra vez.

Quizá los relojes digan que no fue hace demasiado, pero el tiempo nos engaña, y dibuja acantilados en vez de lineas rectas. Hoy me he vuelto a asomar y vuelan por mi cabeza historias enlazadas, que desde la distancia, parecen distintas.

Únicamente me vale con recordar lo poco que necesitaba para ser feliz. No es que fuera pobre, ni nada por el estilo, pero a veces hay cosas que valen bastante más que el dinero, y no se pueden comprar con el. Entre ellas, sin duda, se encuentran los amigos con mayúsculas.

Tardes en las que no necesitabas más que un balón, una lata y disfrutar de la vida y huir de las preocupaciones, daba igual el mundo. Ahora hecho de menos la simple sensación de sentarnos en aquel banco y ver todo el mundo bajo nuestros pies, sentir el viento en la cara, y saber que no estabas solo.

Era mucho más que eso. Tener un hombro a tu lado que te ayudara en cualquier momento, un abrazo cuando más lo necesitaras o una historia que te sacara una sonrisa cuando creías haberla perdido.

Aprendí a ser más feliz, a quererme un poco más y arrancar mi vergüenza a pedacitos, cuando era yo más sombra que niño. Me sentí en ocasiones más vivo en tu casa que en la mía, y te ganaste un sitio privilegiado en mi memoria.

Pero la vida nos lleva por curvas macabras que nos alejan a los unos de los otros. No se como sucedió, pero en alguna de ellas te perdí. Podría agarrarme como un tonto a aquello de "tu cambiaste" o "cambie yo", podemos llenarnos la boca de mentiras, y darle la espalda a la verdad. Ya da igual, porque aunque a veces hablamos no nos decimos nada, y al salir de aquella curva cada uno era una persona diferente.

Es tan sólo otro juego extraño de esta vida, que te aleja de gente que fue más que tu historia. Aunque gire la cabeza cuando me faltan las fuerzas, cada uno eligió su camino, siguió a su sol. Pero el es ya parte de mi sombra y no se si algún día podré repetir la palabra "amigo" con la verdad con la que lo dije en su día.

Necesito pensar que sí.


lunes, 12 de diciembre de 2011

Abrigos de papel




"Son tardes. Tardes que se olvidan de su color, y te dejan sin el tuyo, en la más absoluta oscuridad. Puedes buscar razones, pasos o miradas, pero te has quedado vacío. Nada sirve. Ni la luna pretende escuchar los latidos de tu corazón, se ha cansado de regalarte su luz. Y te apagas."

Como un cigarrillo contra el frió cristal del cenicero. Poco más que el humo que en ese justo instante serpentea, perdido por la habitación. Y no hay fuerzas.

Tembloroso. Como el caminar triste del cervatillo, que tropieza y no quiere volver a andar. Busca sin mirar algo vivo que le haga sentir otra vez, en el bosque espeso, preso y perdido.

Nadie le escuchará cuando el canto vuelva en llanto. Dará igual. Solo contestará la rama quebradiza de un árbol, cansada de tanta vida.

En un pozo vacío de estrellas, perdido entre piedras resbaladizas, se ahoga su última ilusión. No es ya ni siquiera noche. Se le ha olvidado luchar en esta historia de pasos vacíos y susurros tristes.

Sólo la sombra le acompaña, le escucha en las noches sin luz, le da luz en sus noches. De tanta soledad le quedó la miseria de llorarse a sí mismo, y a marcar, sin fuerza, sus propias huellas en el camino. Admirar, meditabundo, las marcas de su vida en la arena fría de la playa. Mirar un horizonte vacío de ganas y esperanzas.

Sabía que el mar iba a lamer sus huellas, y se las llevaría para siempre, para terminar con su historia. Ya nada de eso importaba, y sólo dejó que el viento volviera a acariciar su melena. Por unos instantes se dejó llevar por los cuentos de un pozo sin fondo...