martes, 29 de noviembre de 2011

Espuma de olas


Recuerdo aquellos veranos en los que el viento sí me acariciaba el pelo. Quería crecer, y me bañaba en las olas espumosas. Me pasaba los veranos en las Colonias de la luna, y se me ponían los pelos de punta. Ese sentirse libre, lejos de ataduras, y en un pequeño rebaño que era tuyo y de nadie. Olores que me hacían volar entre nubes de formas preciosas.


Carreras atropelladas en bicicleta para desayunar, viajes livianos en frágiles veleros para comer, y la ilusión de cenar tu primer beso en la extraña “discoteca”. Todo sucedía tan rápido, era todo tan fantástico… Y algo en la mar me decía que esos momentos caminarían a mi lado el resto de mi vida.


Un pequeño barco de esperanza era aquel lugar para mí. Huyendo del férreo control de las sombras. Tantas caras que hoy día bailan por mi cabeza, que no piensan abandonarme, pedacitos de mí. A veces se me escapan, otras veces se diluyen en mi agonía, me hacen sufrir.


Es duro saber que esas personas pusieron un gramo de felicidad en tu vida, y que ya no existen, y lo que existe ahora es sólo una parte de ellos. Parece un cruel juego de sombras del sol del verano, que juega con nosotros una vez más.

A veces me pongo a temblar, pensando que estoy una vez más allí, enamorándome de la manera más tonta, creando lazos increíbles, respirando alegría. Que se me escapa el corazón cuando recuerdo esas estrellas que llenaban el cielo. Amores y amistades mojadas en leche, que aunque reblandecidas, jamás parecen desprenderse.


Unos días recuerdo solo a fogonazos, nombres e historias. Otros días pienso como me van desapareciendo trozos de eso que algún día fue mi vida. Y tiemblo otra vez. Páginas de mi historia que se van borrando poco a poco, y otras que se van haciendo más fuertes, marcadas a fuego en mi alma, recordadas como si fuera ayer.


Solo las recordaré cada vez que pise una playa o un campo. Cada vez que el dulce duende de la melancolía se me escape del cajón y me obligue a recordarlas. Historias de algo dentro de mí que promete no apagarse. Porque sé que gran parte de la luz que tengo ahora y de la que tendré en el futuro bebió de la luz de esas estrellas, surcó la tempestad entre aquellas olas, y bailó al ritmo de alguna joven muchachilla. Un lejano agosto, entre piedras preciosas, me enamoré de mi infancia.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Vuelo sin red





Y creo que te voy a tener que dejar escapar. Yo ya no sé en esta historia donde empezaba la nube y donde acababa la realidad, porque sigo varado en el aire. Ligero diente de león que vuela sobre los campos, se deja mecer por el viento, y vuela sin querer. Movido únicamente por la corriente que me lleva, no porque yo quiera. Y no sé donde aterrizaré.

Quizá en cementerio de oscuras flores.
Quizá en rojos campos marcianos.
Quizá en helados nacimientos de ríos.
Pero lejos de tus manos.

La corriente está cambiando.
El suave viento cálido, con aroma a desierto, se ha deshecho por el camino.
La nube tranquila y clara a cambiado su tez.
Ahora congela el viento todo a su paso.
Ahora la nube le ruge a los días y los hace desaparecer.

No existen relojes de arena que cuenten el tiempo.
No existen frases de consuelo que pueda escuchar.
No me apuntan desde tus ojos tus pupilas.
No como las quisiera recordar.

Planearé pues hasta donde llegue esta tormenta, si llega lenta.
Si no rompe mi camino con el rayo atronador.
Volaré a mi cama, oscura.
Mátame, despertador.




viernes, 11 de noviembre de 2011

Amamaren bidaia/el viaje de mi abuela

Una de esas tardes
que pierden sin sentido
su color limón.
Y me quedo sin tu abrigo,
congelado mi corazón.

Te tocó conocer
la cara oculta de la luna,
y perder de vista las amapolas
que algún día fueron tuyas.

Te tomó la noche,
y te dejó sin fuerzas de vivir,
en aquel día de aguas turbias,
de espinas en el jardín.


Mientras recogías con los dedos
pedacitos de tu vida
y los cosías
con tu arte desmedido.

Pero se rompían
al entrar en tu habitación
de muchas sombras
y pocas luces.


Ya te lloré media vida,
por verte volver a nadar
en los mares dela vida
y en las vidas de la mar

Pero solo la quebradiza luz de tu mesilla
daba calor a tu vida,
escondida entre mantas blancas,
queriendo huir de los gritos.


Siempre supe que no era tu lugar,
tan lejos de las amapolas
de la luz,
del caminar.

Y ahora te fuiste,
y sonríe otra vez el sol,
porque estarás huyendo de las nubes
que se colaron en tu habitación.

Por eso intento dibujar sonrisas
en todas las playas que pise,
porque acabó tu dolor.

Por eso se alegra mi alma,
saca valor aunque estés lejos
y te dedica esta canción.

Que sepas que no creo a los señores
vestidos de blanca sotana
y me hablan de un señor
que nunca conociste.

Que se preocupen de sus cruces,
de las almas de sus vidas
que de la tuya y de la mía,
ya me encargaré yo.


No entiendo de cielos sagrados,
yo te encontraré en los lagos,
en los dulces vestidos,
y en los campos de jazmín.

Te hablaré en oscuros dialectos,
de la perdida Gipuzkoa,
y jugaré contigo,
partidas de cartas,
al amanecer.

Por ello busco mis sonrisas,
olvidadas en el cajón,
busco las que tu me distes,
busco las que te daré yo,
busco tus abrazos en mi corazón.

Orgulloso de haberte conocido,
y que seas parte de mi vida.
Yo me haré cargo de que los nietos
sepan de tu historia,
y sonrían como lo hago ahora.

Que te sientan en el viento
y te conozcan en las fotos,
que la vida nos regaló.

Tu ya vete tranquila,
viaja en barcos plateados,
sube a montañas escarlata,
y olvídate de la luna,
que un día fue tu enemiga.

Te despido,
hasta mañana,
kontuz ibili hor kanpoan,
musutxo bat, amama.

(Ten cuidado ahí afuera,
un beso, abuelita)

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Música en el viento


Es curioso como las canciones a veces se llenan de vida.
Te llevan a sitios que casi olvidabas, con su misterio de jazmín.
Te devuelven caras y nombres que creías escondidos más allá de la memoria.


Desde el momento en que la escuchas se aferra con fuerza a ese instante y lo hace suyo.
Podrá incluso recordarte la fuerza de un sueño en el amanecer de tu juventud, o rendir homenaje a aquellos que dejaron en tu vida precioso polvo de estrellas.


No se si será por el extraño silbar de la música en el viento, o por el lento baile de las notas al flotar. Quizá nació en el más desesperado ansia del hombre por imitar la brisa suave del piar de un jilguero en el albor de los tiempos.


Yo desde luego, jamás dejaré de soñar al ritmo de las notas que me quieran cantar. Seguiré volando sobre el baile enfadado de las olas y sobre los campos de trigo en suave contoneo, para que los latidos de mi corazón encuentren su sentido en esta vida de atardeceres.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Siberia






Creo que me he vuelto a perder
en este trayecto infinito
me estoy perdiendo en un no querer
con voz callada te repito.

Desde esta cabina desesperada grito
que te vi en un lejano atardecer,
al fondo de este tren perdido.

Te he buscado en estaciones sombrías
y te escondes al final de este viaje
con final incierto

He trepado por escaleras
por locomotoras descarriadas
y corrido entre vagones inconexos

Entre tus vías me pierdo
en este invierno invisible
sin copos de nieve que refresquen mi sed.


Y sigo sufriendo las curvas
que pretenden alejarme de tu camino
y las supero una vez más.

El sol y la luna huyeron
y me quedo sin tu luz,
destrozada la razón.

Cansado de este viaje inmovil,
por esta cruel estepa
que me aleja de tu pelo
y me acerca al no volver.

Si solo fuera un resplandor,
que alimente este alma oscura,
y me sane este dolor...
Porque vuelvo a perder otra vez
y a la sombra de este Tejo
se me hiela el corazón
sin el dulce frío de tus manos.

Engáñame para que vuelva la mar
y me limpie la angustia
pegada a la piel.

Se perderá una vez más
esta canción en el limbo,
de donde no volverá.

Entre lágrimas grasientas
cogerá polvo y frío
y morirá de desesperanza.

Mientras tanto tu llorarás,
creyéndote sola y vacía
porque realmente nadie te quiso.

Mientras tanto yo lloraré de rabia
porque nunca quisiste escuchar
a los que de verdad te querían.