miércoles, 4 de julio de 2012

Ríos sentidos




Se le clavó la mirada del búho al anochecer, y le desgarró el cajón de los sentimientos. El río salió de su cauce para arrastrar el polvo de estrellas desprendido, tiñendo las aguas de un rojo intenso, de un rojo susurro, del rojo de sus labios.

Solía maldecir su espíritu de trote cansino y mirada curiosa pero inocente. Solía esconderlo bajo cerraduras oxidadas y lo eclipsaba con el murmullo de los pájaros cuando huyen al sur, a África, buscándole un final a este planeta de plata.

Tenía las manos amoratadas de rozar las mismas zarzas. Tenía los tobillos lastimados de pisar las mismas piedras. Tenía atragantada la mirada espinosa de aquel primero de Abril. La tenía dentro.

Había escupido al horizonte para que no inventara más amaneceres. Había tachado los días de aquel calendario. Se había disfrazado de azul olvido. Pero siempre aparecía, siempre, al torcer la esquina de la indiferencia.

Dibujó un florero sin ilusión. Le arrancó las uñas al pincel. Se hizo un lavado de estómago, y las últimas mariposas que se hospedaban en él, cayeron mansamente en la hoja, en forma de versos.

Esperando que al anochecer, el búho le vuelva a clavar la mirada, con mejor suerte la próxima vez…