miércoles, 18 de enero de 2012

Guantes rojos



A veces por tu vida pasan pequeñas historias. Debemos andar por esta avenida de la vida con los ojos bien abiertos, o las dejaremos escapar y que se pierdan en el baile ajetreado de sombras.

El otro día pasó a mi vera un crío. Uno como todos los demás, pero diferente. Siempre son diferentes. Dan el punto de alegría y de color. Una energía pura, distinta a las demás, que irradian con fuerza tremenda. Una sonrisa. Luz.

Y lo vi pasar, con una velocidad impropia de un ser canijo, con unas piernecillas que apenas se alzaban del suelo. Con sus preciosos guantes rojos y que yo guardé en mi memoria como símbolo de aquella pequeña aparición. Me ayudó a recordar a esa pequeña persona que guardamos todos en nuestro interior, y que algunos entierran rápidamente tras alcanzar cierta edad.

Es para mi algo estúpido cerrar súbitamente el cajón de ilusiones que se nos entrega con la tierna infancia. Es cierto que para vivir necesitaremos muchas cosas más que esta cajita, pero sin ella seguramente la vida sería mucho más dificil. Yo al menos, no quiero perderla. Cuando la cierras algo dentro de ti se apaga, y una parte de tu vida se oscurece. Seguramente, borrar un trozo de tu historia es la mayor mentira que alguien se puede hacer a sí mismo.

Sin ella seguramente yo sería incapaz de seguir sonriéndole a la vida. Incapaz de defender mi pequeño rincón perdido en el mar de mares. Sería un poco menos yo. No creo que sea infantil, en el tono despectivo de la palabra. Yo lo llamaría brillo, ganas, alegría, luz...vida. Todo eso es para mí vida, y un par de guantes rojos que ponerse por si la noche se viste de frío.

lunes, 9 de enero de 2012

Sombras de luz



Historias que a veces has imaginado mil veces en tu cabeza. Retumban en tu cabeza como un enjambre de abejas alocadas, a punto de estallar. Persigues ese sueño, con tu pijama de ilusión y lo sientes tan cerca, lo rozas con la punta de los dedos...sólo te falta dar el paso.  El paso que separa tus oscuras tierras y las que te esperan. Un riachuelo que las acaricia y las divide. Solo eso. Lo que separa lo que siempre has imaginado y lo que siempre has sido. Un paso. El paso.

Haber imaginado la situación, los pensamientos, las miradas y las sonrisas. Haber dibujado ese atardecer en tu mente una y mil veces. Pero siempre ese peso en las botas de buzo, que frenan los pasos que tu mente había dibujado livianos. Esa excusa que cruza fugaz pero traviesa, tu alocada mente y te hace dudar. Ese instante. La duda.

 A veces me gustaría entenderme. Reflexionar, apagar todas las luces que me deslumbran a mi paso y parar. Pensar en que hacer con todas estas ilusiones que he dejado marchar y cuantos miedos debo destruir para seguir por mi camino, el que me haga avanzar. En ocasiones he llegado a pisar el riachuelo y sentir el dulce frío del que se siente cerca, pero vuelve la noche que todo lo amarga y todo lo  frena.

Una noche más estancado en esta estación, a la luz de una luna que ya no sonríe y que cambia su magia por oscuros delirios de grandeza. Una noche más, preso de mis fobias. Una noche más, sin ti.


jueves, 5 de enero de 2012

Déjame volar




No lo sé, quizás merezca la pena volver a coger esperanzas para subirme al próximo vagón. El que pase. Quizás sea un camino demasiado oscuro para hacerlo sin fuerzas y arrastrando los pies. Quizás son mis propios pasos los que me hacen rozar cristales, a la triste luz de la luna. Quizás no merezca la pena.

Porque, a pesar de todo se que hay algo en mí, que puede llegar a ser grande. Una semillita en mi interior que intenta crecer, a pesar de los golpetazos que nos propina la vida, a veces. Y no sé quizás me cuide no ya por mí, si no por lo que algún día pueda brotar de ella. Como un cosquilleo en mi interior, que me hace volar ligeramente por encima del resto, cuando nunca me gustó destacar sobre las masas.

Seguramente me debería demostrar a mi mismo que es posible, y sorprenderme. Y sorprenderos. Volar. Creo que nunca nada ha tenido tanto sentido en mi vida. Creedme. Porque estoy cansado de vivir tan lejos de mí. De arrastrar la cabeza, que se me caigan las miradas y llorar amaneceres.

Puede que encargue un traje de sonrisas para ir al funeral de esa parte de mí que anda de rodillas y me agarra por detrás, frenando mis ilusiones, torturando mis andanzas. Un lastre de paja y de sombras que no me deja avanzar. Si todo marcha bien, puede que incluso esta sea la canción que le dedique, para perderlo al fin, y se funda en una nube de sombras.

Ojalá me espere un largo trayecto en el que pueda andar sin sentir su aliento congelado tras mis pies, lejos de ese ser pestilente y extraño. Deseo en lo más profundo de mi alma poder mirarme al espejo y que hayas desaparecido de mis pupilas, y brillen otra vez. No más caídas ni rozaduras por tu culpa. No más noches de amarga soledad. No quiero más historias, no de las tuyas.Ahora vete y déjame respirar por unos instantes, porque no es aire lo que entra en mis pulmones cuando estas detrás. Marcha y no destroces más mi vida.

Oigo un lejano pitido en la noche. Las luces del tren comienzan a iluminar la vieja estación marchita en la que me encuentro. Aflora la sonrisa que llevaba presa en mi interior. Llegó la hora...


martes, 3 de enero de 2012

La oscuridad de mis pozos



Por desgracia soy de aquellas personas que le encanta rebozarse en sus miedos más oscuros, llorar las historias tristes de mi pasado y las que nunca llegaron a suceder. Me atrinchero en mi nostalgia con la intención de recoger mansamente en mis brazos recuerdos de historias doradas que me den algo de luz en la oscuridad de mis noches. Esa mirada de eterna alegría que se esconde en los álbumes de fotos, y que te hacen pensar que algún día la vida te llegó a parecer poco más que un juego de críos o un precioso libro por colorear.

Pero se pierden los lapiceros de colores, se escurren por debajo de tu cama y te tumbas sobre ella para volver a buscar razones para vivir con ilusión. No solo vivir de esas pequeños detalles que la vida te regala para esbozar una sonrisa que se pierda en la oscuridad. No es suficiente.

Supongo que pensar de este modo no hace más que alejarme de la gente que quizás si espere algo más de mi, pero a veces soy solo sombra. En ocasiones entro con fuerza en la vida de ciertas personas, hasta que de pronto me traiciono a mi mismo y me encierro en el cuarto de mi desesperanza, y me alejo otra vez. No es una huida rápida, simplemente me voy perdiendo en el horizonte, arrastrando mis pies contra las piedras y me autocompadezco de mi estupidez.

Se que soy tan frágil por dentro, que no me gusta mostrar mis sentimientos. Prefiero encerrar mi historia aunque sea bajo una fina tela, que sólo muestre una pequeña parte. En parte porque no creo que a nadie le importe lo suficiente y en parte porque no quiero que nadie juegue con ellos y me destroce. Aunque sea triste. Aunque maldiga mil veces mi forma de vivir esta vida apagada y con pocas luces. Mis lágrimas aterrizan en papeles e impactan con fuerza y vergüenza. Milagrosamente llegan hasta este rincón que es el único que me escucha sin reproches, que me da paz en mis noches y me ayuda a sanar...