martes, 17 de abril de 2012

Mareos




Corrientes. No puede ser que me arrastre por todas las esquinas. Creo que es ese ansia de crear que me empuja a esa carne blanda que encuentro por dentro. Brotan las letras con esa sombra gris. Siempre.

Se que esta ahí dentro mío, pero enserio, creo que también soplan vientos de felicidad. Quizás a veces los olvido en el ascensor, y otras los pierdo jugando a imaginar recuerdos, pero deben estar ahí. Enserio, creo que lo empecé a sentir. Pero soy una montaña que crece hacia adentro.

Dios, me hago realmente difícil. Alguna vez admiré a aquellos escritores que son capaces de envolver pedacitos marchitos de tristeza y amaneceres sin piel, y convertirlas en historias. Ahora ya no. Resulta más fácil olvidar la cabeza y posarla ligeramente a la sombra de un Nogal. Que me encuentre allí la tragedia donde ya no pueda encontrarme. No estar. Sin ser.

Que en mis búsquedas de originalidad me encuentro con el mismo muro de paja que he construido a conciencia. Soy de esa gente que puede hacer muros de paja indestructibles. Veo una nube sin forma avanzar volando al otro lado de la prisión. Deja una estela de colores sin sabor.

Sin quererlo, una vez más, la mano que me controla volvió a escribir la canción que quiso escribir. Vuelve a sonar extraño, a tormenta de Julio y a lluvia de almendras. Vuelve a sonar como siempre quise que sonara. Vuelve a sonar sin sal.


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