lunes, 4 de marzo de 2013

El reflejo


Muchas veces comienzo a pensar si esta tierra quebrada por dentro serviría de abono a mi felicidad. Muchas veces ruedan mis ideas y se descorchan unas a otras, rebotan, suenan huecas muchas, explotan en el aire otras, pero casi siempre dejan como una estela de pólvora de dudosa naturaleza. Pólvora mojada quizás. Empiezo a demonizar al blog como si fuera la causa de todos mis males y lo destierro, un par de meses, como si no fuera parte de mí. Como si lo hiciera una persona que hace de mí durante estos instantes de extraña rabia creativa.

Me pasa demasiado, y termino culpando a un todo exterior de una y todas de mis desgracias interiores. Las hay, pero también tendré yo las armas de desmontarme y de desmontaros ¿no?. Contar historias preciosas y precisas que nada o todo tengan que ver con lo que pienso, sacar la carcajada desde donde existo, y no esconderla siempre a la sombra de una carcajada falsa e inútil.


Y aquí me encuentro, una vez más, codo con codo, cara a cara y diente por diente con el retrato que surge al reflejarme en este extraño cristal. Me vuelvo a pensar con la imperfección de sentirme anfibio en un mundo de anfibios, y con el estrés vital de querer sentirme otra cosa, o poder mirarme como otra cosa. Vuelvo a escupir sobre este retrato que me he creado, y muero exhausto en la colina de mi propia fe.

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