lunes, 14 de mayo de 2012

Promesas del viento



Todavía sigo aprendiendo a ser feliz, todavía tengo tiempo de explotar agujeros en mil pedazos y buscar razones. A veces no encuentro razones para mirar a la eterna luna cuando se viste de añil, pero sigue allí. No tiene sentido estancarme en tu sonrisa sin ni siquiera haberla admirado.

Puede que la anhelara como si no hubiera otra, pero creo que he aprendido a disfrutar de su embriagadora presencia sin caer en mentiras de cartón, sin esconderme entre hierbajos de amor. La melancolía es fantástica siempre y cuando no se te enrede en las manos. Daremos un paseo y le explicaré las millones de razones que existen para estar aquí. Porque hay un millón de razones para estar vivo, y no engañarme. Sé de primera mano lo que es tornar sonrisas en baldosas.

Ver tu cara en una foto y haber olvidado que sabías ser, estar, nacer, morir, crear y mirarle a la cara a la madrugada cuando trae el frío de nube gris. Que no, que ya no quiero pensarte como cuando andaba por caminos de alambre. Que no, que ya no voy a seguir susurrándole tsunamis al mar y llorarle a mi olvido. Que en los valles de lágrimas se ahoguen los que los crearon.

He puesto un pie en tierra para arrancar las notas que cogieron polvo en mi corazón, que se blindó de mañanas sin sol. Vuelvo a inventarme, y a acariciar livianamente las caras que siempre estuvieron a mi lado y corresponderles al fín, con hordas desesperadas de pájaros por alcanzar un horizonte común, y que se insinúa, más allá de donde yo anclé mi cárcel. No voy a comerme el mundo hoy quizás, ni mañana, pues esto que empieza a brotar hoy no son más todavía que palabras que perdieron tono y voz. Pero es el comienzo de otra verdad a la sombra de la sombra y el valor de pelear por unos sueños que se aletargaron en la garganta de mi esperanza. Hoy sueño con soñar.


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