lunes, 12 de diciembre de 2011

Abrigos de papel




"Son tardes. Tardes que se olvidan de su color, y te dejan sin el tuyo, en la más absoluta oscuridad. Puedes buscar razones, pasos o miradas, pero te has quedado vacío. Nada sirve. Ni la luna pretende escuchar los latidos de tu corazón, se ha cansado de regalarte su luz. Y te apagas."

Como un cigarrillo contra el frió cristal del cenicero. Poco más que el humo que en ese justo instante serpentea, perdido por la habitación. Y no hay fuerzas.

Tembloroso. Como el caminar triste del cervatillo, que tropieza y no quiere volver a andar. Busca sin mirar algo vivo que le haga sentir otra vez, en el bosque espeso, preso y perdido.

Nadie le escuchará cuando el canto vuelva en llanto. Dará igual. Solo contestará la rama quebradiza de un árbol, cansada de tanta vida.

En un pozo vacío de estrellas, perdido entre piedras resbaladizas, se ahoga su última ilusión. No es ya ni siquiera noche. Se le ha olvidado luchar en esta historia de pasos vacíos y susurros tristes.

Sólo la sombra le acompaña, le escucha en las noches sin luz, le da luz en sus noches. De tanta soledad le quedó la miseria de llorarse a sí mismo, y a marcar, sin fuerza, sus propias huellas en el camino. Admirar, meditabundo, las marcas de su vida en la arena fría de la playa. Mirar un horizonte vacío de ganas y esperanzas.

Sabía que el mar iba a lamer sus huellas, y se las llevaría para siempre, para terminar con su historia. Ya nada de eso importaba, y sólo dejó que el viento volviera a acariciar su melena. Por unos instantes se dejó llevar por los cuentos de un pozo sin fondo...


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